En los albores del siglo VIII, el merovingio Regnum Francorum se encontraba en plena decadencia, dividido en tres partes (Austrasia, Neustria y Borgoña) y gobernado, de facto, por los mayordomos de palacio. Uno de ellos, Pipino, de Austrasia, destronó a Childerico III (743-751) y se coronó rey en Soissons, por aclamación popular. Pipino hijo de Carlos Martel, buscó la base jurídica para ello en la figura del Papa Zacarías, obligado por las circunstancias a buscar un aliado fuerte frente al empuje de los lombardos en la península italiana. Con él nacía, así, una nueva dinastía que trataría de fortalecer su poder con el apoyo papal. A cambio, se iba a erigir en la protectora de la Iglesia romana.
En el plano político y militar, Pipino obtuvo importantes victorias contra los musulmanes y consiguió sofocar una sublevación en Aquitania, a la vez que creó los Estados Pontificios. A su muerte, en 768, dividió su reino entre sus dos hijos, Carlos y Carlomán.
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